LA TRASTIENDA HUMANA.
Consideré el nombre de “trastienda humana”, debido a que los humanos, tendemos a movernos entre dos niveles o planos: uno lo denominamos y conocemos como “consciente”, el cual se encuentra regido y normativizado por las normas y reglas sociales, mientras que el otro lo conocemos y lo mencionamos como “inconsciente”, y suele ser ese espacio en el que almacenamos y guardamos todo aquello que verdaderamente somos y sentimos. Nuestra autentica naturaleza. Oscilamos entre dos caminos que apenas si se cruzan durante nuestra existencia, llevando vidas paralelas. Cohabitan como realidades ignoradas y por lo tanto desconocidas la una de la otra. Una de ellas, generalmente la consciente, tiende a dominar y por lo tanto a reprimir a la inconsciente. Pero no por ello ésta deja de existir y por lo tanto de actuar y tener vida propia.
La trastienda ha sido una constante que permanece con nosotros desde tiempos inmemorables. No todo aquello que vemos es lo que existe, también aquello que tendemos a ocultar y esconder en la trastienda (inconsciente) adquiere autonomía existencial, y ello a pesar del esfuerzo que hacemos por ignorar todo lo que se guarda en la trastienda. Todo aquello que los humanos negamos, bien sea el amor, el reconocimiento, el miedo, la violencia, la ira, etc, determinan y marcan nuestro ser y nuestra existencia. Identificados con la idealización social, que realizamos de nosotros mismos, quedamos prendados y enredados en una imagen falsaria, la cual tomamos como real, verdadera, autentica y la única posible. En cierto modo, tanto individual como colectivamente, nos negamos a nosotros mismos y además vivimos y convivimos, como si dicha negación no la hayamos efectuado.
Mientras en las diversas formas de socioafectivización, se toleren y admitan ideas y principios tales como el androcentrismo, la misoginia, el etnocentrismo, o bien identificaciones con tendencias abrahámicas, existirá violencia y desigualdades entre los humanos, puesto que tales ideas y nociones defienden a ultranzas el supremacismo de una clase humana sobre el resto. Es ahí, donde reside, la miseria de la trastienda humana: en la negación del mal y de las sombras que los humanos construimos a través de de los velos culturales, en los cuales reside y se arraiga todo lo atávico y temeroso para la humanidad.
Pienso que la trastienda, como negación del sí mismo, individual y colectivo, es el artífice del mal que generamos y creamos. Viviendo de espaldas a nuestra real y profunda imagen, proyectamos en otros (extranjeros, migrantes, parados, etnias, etc), nuestras sombras, producto del no ser establecido y creado por lealtades y afectos ciegos, originados en periodos críticos de nuestra existencia. Identificados con modelos familiares, culturales y económicos (capitalismo), damos la espalda a nuestro Ser, para penalizar, castigar y encauzar nuestra ira y rabia en el desconocido. Carentes de mismidad, establecemos otredades, en las que solo formamos parte de una masa indiferenciada. La única transformación posible es salir del reformismo en el que deshumanizamos al otro para para de ese modo salvaguardar nuestro ego. Por ello es clave y fundamental transparentar y hablar de la trastienda que cada humano portamos.
Es por lo que he pensado, en este espacio como una oportunidad de transformación y humanización en el que veamos a la cara a nuestras sombras, sin necesidad de proyectarlas en los demás; ya que de aquello de lo que no hablamos, no existe y ello a pesar de que suceda. Se trata de ponerle rostro a nuestra sombra y por tanto reconocerla como tal para posibilitar un mundo más allá de la trastienda, que vaya hacia un proceso humano más equitativo y ecuánime, en el que los humanos no tengan que protegerse y defenderse de otros humanos.
Cristino José Gómez Naranjo.
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