SEMBLANZA


La parte social que integra mi humanidad profesional, se inició en el año 1982, licenciandome en psicología por la Universidad de Valencia (año 1982). Posteriormente cumplí con el deber patrio, comenzando a trabajar en el año 1985, en Servicios Sociales, concretamente en atención a la infancia y familia, en la Comunidad Autónoma Canaria. En la década de los 90, me siento atraído por la terapia familiar. Posteriormente entro en crisis, si no lo estaba ya previamente, y mis energías se encaminan hacia la psicología de corte humanista y a los procesos relacionales humanos y contextos en los que éstos se desarrollan. Actualmente me encuentro en la parte final de la actividad laboral.

Durante estos 38 años de diligencia laboral y profesional, he escrito diversos artículos, en la revista de la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar, “Mosaico”, y en distintas revistas de Trabajo Social. Participado en cursos de formación a los miembros integrantes de los equipos de intervención familiar de varios ayuntamientos de la isla de Gran Canaria, así como en jornadas y congresos Nacionales e Internacionales sobre Familia e Infancia. A su vez he escrito varios libros de entre los que me gusta destacar el del “El incesto una modalidad relacional y un secreto bien guardado”.

El aspecto humano e intimo, enhebrado a la vulnerabilidad del sujeto y el contacto con ella, a través de los niños/as y sus familias, me abrió todo un horizonte que para mi era desconocido: la conexión y cercanía ante la presencia de las familias, descubrí todo un mundo “viscero-emcional”, que se presentó ante mi mirada, la cual gradualmente fue liberándose de todo prejuicio teórico . Tras 38 años, agradezco a todas esas familias y sus hijos e hijas, el rico y profundo bagaje emocional que me han aportado. Mi sentido profesional, tal vez ha podido adquirir cierto sentido, gracias a toda la emocionabilidad trasmitida y compartida por las familias conmigo.

Un regalo que el neoliberalismo no puede comprar. Agradecer a los humanos, que no a las instituciones, su sentido de la vida, ya que con él mi perspicacia se ha orientado hacia la solidez afectiva propia y hacia la humanización del rol profesional. Somos humanos, en un contexto de trabajo en el que la reciprocidad emocional, debería modular la actividad profesional, ya que ésta, se encuentra sujeta a momentos de otredades en los que la mismidad entra en la frecuencia de la reciprocidad, sin demandas ni exigencias jerárquicas.

Cristino José Gómez Naranjo.


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