CUANDO LA MALDAD HUMANA, SE INSTITUCIONALIZA.
Tal y como dice Eva Pierrakos, “no deberíamos temer al mal”. La naturaleza humana, es capaz, tanto de hacer el bien, así como a la vez el mal. Nuestra efímera condición, encierra ambas posibilidades. La breve historia humana, se encuentra escrita con demasiados renglones redactados en rojo (con sangre). Desde la metáfora bíblica de Caín y Abel, hasta el pueblo elegido por dios. Todo se reduce a un reguero de sangre, hasta llegar a la cruz, que al final es más de lo mismo (muerte e inanición).
Si bien nuestros cerebros, han evolucionado vertiginosamente, gracias a su neuroplasticidad. Generando múltiples cambios en la especie humana, no deja de ser menos cierto que en otros niveles y aspectos las tribus humanas aún continúan comportándose y actuando de manera ancestral, arcaica y primitiva. Como si la evolución se hubiese estancando en ciertos aspectos, hábitos y costumbres. Tal vez, lo que ha ocurrido, es que ha disfrazado y encubierto como primitivo, ciertos comportamientos humanos. Conductas que responden y obedecen a planes y estrategias, sutiles y encubiertas, del tipo de quién o quienes detectan y retienen “el poder”.
En las comunidades tribales, pronto el interés del líder y del chaman, se convirtieron en el beneficio y deseo del resto de los componentes tribales. Dándose una clara instrumentalización del resto de sujetos tribales, por parte de los miembros más avanzados y evolucionados. Los representantes tribales cada vez, se representaban más así mismo y a su intereses y deseos, que a la voluntad tribal. Inevitablemente, se alejan de las funciones para las que el resto de miembros los habían elegidos. No obstante su perspicacia era tal, que desarrollaron habilidades y estrategias con las cuales convencer al resto de que sus poderes eran y procedían, directamente de la voluntad divina, y que por lo tanto “ellos”, solamente obedecían y respondían ante la deidad. Con ello generaron a la vez que crearon y establecieron una “patente de corso”, para hacer lo que deseaban y querían, que no era otra cosa más que su personal y particular beneficio e interés. Convirtiendo la historia en una especie de procedimiento con el cual justificar dicho patrón de corso, para de ese modo poder defender las desigualdades y barbaries humanas realizadas en las diversas civilizaciones.
La neuroplasticidad cerebral, jamas ha sido acompañada por la neuroplasticidad ética entre humanos. Los sistemas organizativos humanos, han facilitado y permitido la concentración del poder en unos pocos, los cuales a su vez delegaban éste, en diversas estructuras de índole burocrática, tales como educación, sanidad, fuerzas de seguridad del estado, (funcionariado) etc. La organización humana, se ha estructurado bajo el principio de la “doble moral”, que acoge y sostiene la creencia supremacista de que algunos humanos, son mejores y por lo tanto se encuentran por encima del resto. Las creencias y valores estructuran y corporeizan las organizaciones humanas. Las creencias, tienen más poder que el resto de cosas que los humanos consideramos. De no ser así, cómo es que menos del 1% de humanos concentran más del 90% del PIB mundial (riquezas). Solo con mitologías de poder y miedo, un número reducido de sujetos (élite), domina y somete al resto. En el el fondo de toda esta mitología explicativa, el poder es un efecto y consecuencia del miedo a la “muerte” . Hemos asumido y normalizado la privatización de la riqueza y la globalización de la miseria y del hambre. Por medio de la desensibilización emocional, pasamos del amor y la compasión a la más radical indiferencia por los otros. Dentro del la urna del supremacismo, consideramos que tenemos más derechos que otros y que por lo tanto perjudicarles y dañarles puede entrar dentro de nuestro orden establecido, es más puede resultar hasta necesario e inevitable.
Cómo si no, las civilizaciones han permitido y creado las condiciones y circunstancias sociohumanas, bajo las cuales, por ejemplo fue posible el “genocidio armenio”, entre el año 1915 y 1923, en el cual hubo más de un millón de victimas; y a su vez, aún hoy en día no es reconocido por el gobierno turco. Como entre el año 1941 y 1945, sucedió el “holocausto”, odio racial contra los judíos; muriendo más de 6 millones de ellos, y el resto de la humanidad mirando para otro lado. O como el Samudaripen, coetáneo al holocausto, permitió que más de medio millón de gitanos fuesen exterminados por la Alemania y la Austria nazi. O bien como el régimen camboyano de 1975 a 1979, Jemeres Rojos de Pol Pot, aniquilaran a más de 2 millones de camboyanos. O bien cómo se puede permitir que países como Etiopía, Nigeria, Sudan, Yemen, etc, el hambruna mate a millones y millones de sus ciudadanos, mientras que el excedente alimentario, queda reservado y guardado en los almacenes de los oligopolios, exclusivamente con fines especulativos. O tal vez, cómo se tolera los paraisos fiscales, unicamente posibles y probables, gracias a la ingenieria económica y aseroría fiscal ofertada por las burocracias estatales. Paraisos a los que acuden los mismos poderes públicos y sus personajes. O bien como existen paises que se autodefienen como “democráticos”, pero no quieren saber nada de las “leyes de memoria histórica”.
Resulta más que evidente, que la humanidad ha escrito su propia historia con renglones torcidos. Tanto que el ámbito de las simbolizaciones y significaciones, así como de las representaciones del magnicidio humano, han sido redactados con explicaciones mitológicas absurdas, disparatadas y alejadas de la verdad. Baste como ejemplo, las diversas colonizaciones europeas, ahora conocidos con el eufemismo de “cruce de culturas”. Nadie habla de los asesinatos y expolios realizados por Europa en América latina, Asia o África. La voluntad de una minoría, ha sido impuesta por la fuerza y con gran violencia. Se ha retorcido la verdad, para construir una mentira en la que el lobo con piel de cordero, pierde su dignidad y sentido, puesto que el patrimonio y legado humano, se encuentra plagado de dolor, muerte y sufrimiento. La razón de la irracionalidad, nos ha conducido a actuar como bestias sociales. El legado dejado, rezuma avaricia y codicia, debido a que es bañado por las aguas profundas y oscuras de la cultura predominante. Cultura que esencialmente toma forma y cuerpo a través de la peligrosa idea de la “globalización”. Practica, que solo lleva a la acumulación y privatización del poder en una pocas manos, en pro de una socialización de la pobreza en su sentido más amplio y profundo. Nos dirigimos hacia la “globalización feudal del S.XXI”. Con la gran diferencia, de que son unos pocos, quiénes marcan y dictan el paso. Si toda la humanidad cohabita en Gaia, por qué unos pocos actúan como si fueran los dueños de ella.
La maldad humana, se ha institucionalizado, porque el interés, particular ha sido socializado, transformado y convertido en el bienestar colectivo. Por medio de los diversos agentes sociales, familia, educación, cultura, etc, hemos recibido toda una ingente iatrogenia, la cual ha distorsionado el principio de la razón, para llevarlo a la racionalización, bajo la cual el mal lo transformamos en bien. El mismo proceso de racionalización que se respira en todos los contextos sociales, encontramos expresiones del tipo “nada como un buen ejercito para preparar la paz”, o “los niños/as, tienen que dominar las nuevas habilidades”, “ se debe ser fuerte y resistente”, etc, metáforas todas de corte bélico, que deja muy a las claras, cual es el sistema ideológico que subyace. Todo un sistema de creencias sostenidas, bajo la idea de la superioridad supremacista, de que hay hombres mejores y superiores, los cuales tienen el privilegio y por lo tanto el derecho de dominar y someter a los demás. Aunque para ello se tenga que institucionalizar la maldad humana.
Cristino José Gómez Naranjo.
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