EL INCESTO COGNITIVO, COMO MODALIDAD RELACIONAL-COMUNICATIVA.
Puede ser entendido como un tipo específico y concreto de relación humana, que tiende a darse entre algunos miembros de un sistema, sea éste de índole, familiar, laboral, etc. Lo fundamental es que en dicho tipo de relación, ambos sujetos se, encuentran implicados por algún tipo de nexo o vínculo. Tal modalidad relacional, tiende a caracterizarse por la alteración del orden jerárquico y de la estructura de la que se ha dotado el grupo.
Resulta inevitable, que las unidades familiares, se organizan en diversos subsistemas, con diferentes funciones y reglas las cuales ayudan a mantener la unidad e integridad del organismo: de forma que los hijos funcionan y se estructuran como un subsistema, y los progenitores como otro subsistema: Las funciones en los diversos subsistemas se complementan, creando y estableciendo una “unidad”. Lo que nunca debería producirse es una sustitución, o una suplantación, o un intercambio de reglas y roles entre los miembros que componen los diversos subsistemas de la unidad, puesto que cada holón obedece y responde a una reglas y funciones concretas y específicas. Por ejemplo, al holón parental, le cabe la responsabilidad del cuidado y protección de los hijos, así como la capacidad de gestión del equilibrio emocional en la unidad familiar; por lo que se precisa y necesita una transparencia y madurez en la unidad parental para de ese poder diferenciar y no mezclar funciones conyugales con parentales.
Lo mismo podría decirse de un espacio y contexto laboral, del cual se espera y desea que los cargos directivos o jefes actúen como tales, sin ambivalencias, ni dualismos con los que tienden a atrapar y enredar a los trabajadores. Jefes que haciendo uso de su poder, tiranizan a empleados que se convierten en el receptáculo de todas las necesidades del patrón. Traspasando la línea, director-asalariado, éste último se convierte en el chivo emisario del jerarca, en el que descarga todas las sombras personales y familiares, así como lo convierte en su confidente y soplón, de todo aquello que suceda en el centro de trabajo.
El magnetismo del incesto cognitivo, reside en el sublime poder oculto tras él, pues por requerimiento y necesidad formal, es un tipo de relación que el protocolo social jamas va a admitir y aceptar, al menos explícitamente. Que un hijo se convierte en “hijo-esposo”, o bien que una hija se desenvuelva como “hija-madre”, o que un asalariado esté durante su jornada laboral en el despacho del jefe; suelen ser hechos que casi todos hemos observado: Lo que no observamos y contemplamos, suelen ser las “reglas” que subyacen y sostienen tales conductas.
Un socio-mundo humano, caracterizado por la represión, más que por la gestión de las emociones y sentimientos, establece un doble código, a través del cual los sentimientos y emociones tienden a ser sofocados, sancionados e incluso castigados. Predominando en el estamento oficial una teatralidad y representación de las emociones real pero ni autentica ni sentida. De modo que la profundidad y esencialidad afectiva del sujeto emigra al trastero, como modo y vía de supervivencia. Existencia que tendemos a desconocer o bien ignorar. Ejerciendo, dicha existencia una fuerte e inconsciente incidencia sobre el “ser” de las personas.
Negándonos psico-corporalmente, queda abierta la puerta hacia la distorsión afectiva y emocional que nos conduce a una idealización de nuestra psicohistoria en la que cosificamos los roles sociales de la coparentalidad y de la filiación. Creyendo y aceptando que el rol enviste a la persona de poder, cuando realmente somos los sujetos los que envestimos y humanizamos los roles. Estableciéndose un estado de excepción emocional, que se tiende a normalizar y por lo tanto a generalizar.
Alejados de la biología del amor, normativizamos y regulamos los afectos a través de los protocolos sociales, que someten y tiranizan el sentir afectivo de los humanos, en pro de las prescripciones culturales. Sin ser acogidos, mirados, tocados y reconocidos amorosamente, se nos inculca todo un legado de proyecciones y distorsiones, que nos dominan y que a la vez tendemos a confundir con los afectos y sentimientos auténticos. De modo que, o bien mezclamos y trastocamos, o bien troquelamos necesidades y amor. Convirtiendo la necesidad en escasez y por lo tanto en penuria, que niega la corporalidad afectiva y emocional, bajo la cual un hijo puede convertirse en el esposo de su madre, o un asalariado en el cuidador y valedor de su jefe. Porque sencillamente éste o ésta, proyectan sus necesidades y deseos distorsionados en una idealización, bajo la cual salva su plano y realidad social a costa de su psico-corporalidad y emociones. Es decir “se dejar de ser sí mismo”, para convertirnos y erigirnos en el proyecto y deseo de nuestros progenitores o jefes.
Una mismidad, impuesta desde un marco proyectivo, en el que la elaboración de la yoidad, se encuentra alterada y perturbada por las influencias ejercidas, bien por nuestros padres, o bien por nuestros jefes, nos condiciona a permanecer en espacios y lugares, híbridos, ambivalentes y contradictorios en los que los momentos e instantes de afectividad y emocionabilidad con los otros se encuentran claramente marcados y establecidos por la sutil ambigüedad. El incesto cognitivo, altera el orden emocional de la relación, debido a que uno de los implicados, ocupa simbólicamente un espacio que no le corresponde. Tal dinámica, suele ser impuesta por quien detecta y ejerce el poder en la relación. El cual a su vez niega dicha modalidad relacional. Algo así como abrir una puerta, sin tener o contar con sus bisagras. Perspicaz pero cruel, ya que el depredador deja a la victima en total y plena indefensión. Además, no es solo eso, sino que el depredador, usa y abusa del respeto y amor que le tiene la victima. Un progenitor o cuidador, alaba a su hijo (engoar), para obtener una ventaja o beneficio. Por lo tanto, ni contempla su alma y mucho menos considera su corazón.
Cristino José Gómez Naranjo.
Genial Cristino.
ResponderEliminarEs valiente visibilizar un fenómeno encriptado en hábitos culturales, o prescripciones como tú las llamas.
En efecto lo cultural ayuda a comprender la naturaleza humana. Lo cultural conforma una perspectiva indispensable. Bien es cierto que como contenidos de "lo cultural", existe diversos y complejos sistemas de ocultamiento y legitimación, como es el que abordas en tu reflexión: el dolor y el afecto "normativos" y por ende "normativizantes".
En lo cultural generalmente tratado a nivel coloquial como "lo normal" y hasta incluso "lo lógico", abunda la negación y el ocultamiento legitimado: esto es dolor tal y como desmenuzas en tu reflexión.
Lúcida la metáfora de "abrir las puertas, sin tener o contar con las bisagras". Lo dice todo para el quiera detenerse a entenderlo.
Hay mucha crueldad inconsciente, y no por ello es menos crueldad en "engoar" a un hij@ para tus propias necesidades y o beneficios. Y más crueldad hay en llamarle a eso "afecto y/o amor".
GRACIAS POR TUS REFLEXIONES. Son un alivio que reconforta en la certeza de que la conciencia existe, aún siendo escasa.
Gracias, por tu reflexiva y profunda aportación pues me ayuda y cada vez me convence más de que la invisibilizacion del sufrimiento por medio de la norma cultural no sólo daña sino que es violencia institucionalizada.
EliminarGracias