“POR TU PROPIO BIEN”.
En los contextos y espacios entre individuos tan caracterizados básicamente por las dinámicas relacionales que los humanos establecemos entre nosotros, la expresión “por tu propio bien”, se encuentra estrechamente vinculada a la vez que relacionada con nuestra ambigüedad afectiva que tanto nos caracteriza, cuando nos encontramos en los espacios comunicativos e interactivos. Socialmente, solemos ser seres reprimidos y contenidos, al menos en el plano afectivo y emocional. Debido a una socialización, marcada claramente por el sentimiento de culpabilidad, los humanos tendemos a ocultar nuestros más profundos sentimientos y emociones. Todo se debe al empleo del recurso estratégico, a través del cual tendemos a autorreprocharnos y autocastigarnos, protegiendo y exonerando al sistema social, el cual es el responsable del sentimiento de culpa que sentimos, debido a que es él quien nos inocula dicha emoción de culpabilidad.
El escenario social y público, total y plenamente abarcado y ocupado por la mentira social, de lo “políticamente correcto”, nos ha llevado, no solo a considerar, sino además a creer que la escenificación emocional y afectiva en la que vivimos es auténtica y real, cuando no es más que una farsa creada y establecida para poder sobrevivir en un mundo humano caracterizado por la ausencia de una autentica conexión de comunicación afectiva y emocional entre humanos.
Nacidos y desarrollados en el marco de un ámbito afectivo y emocional, caracterizado por la inseguridad e indeterminación afectiva de nuestros cuidadores y protectores. No diferenciamos entre lo profundo y autentico a nivel emocional, y la puesta en escena realizada por los adultos que nos cuidan. Aprendemos una teatralización emocional, la cual nada tiene que ver con la realidad. Dicha simulación erigida en verdad autentica, es debida a la proyección emocional a la que se han visto avocados nuestros referentes emocionales. Tanto nuestros progenitores así como sus sistemas primarios, han crecido y por lo tanto se han desarrollado bajo la espiral de las distorsiones, tanto afectivas como cognitivas. Lo cual implica a la vez que conlleva que nuestros padres, probablemente jamás fueron amados y por lo tanto reconocidos y aceptados en sus dimensionalidades emocionales. Para ser admitidos por sus propios progenitores, tuvieron que asumir y por lo tanto aceptar, las proyecciones afectivas y emocionales de éstos. Únicamente eran considerados y por lo tanto se les reconocía en la medida que respondían a las necesidades emocionales de nuestros abuelos, es decir de sus propios padres. Aprendieron que “Ser”, implicaba supeditarse a las angustias emocionales y vitales de sus cuidadores. Para ellos amar, suponía negarse a sí mismo. Es decir replegarse y negarse, cumpliendo las expectativas y deseos de los adultos del sistema familiar.
Amando desde el vacío existencial y desde la ausencia del amor, nuestros padres tienden a confundir obediencia y respeto con amor, debido a que a ellos dicho respeto les fue impuesto desde las carencias y ausencias emocionales de sus propios progenitores. De ese modo para ellos “amar es obedecer”. Y aquí obedecer implicar, cumplir con mis deseos y por lo tanto con mis exigencias. La singularidad afectiva y la particularidad del corazón poco importan, mientras nos pleguemos a las reglas del sistema. Por lo tanto hemos de querer a nuestros ascendientes por lo que simbolizan y representan, más que por lo que hacen, nos aman y nos reconocen. De modo y manera que hemos de separar la conducta y el comportamiento de los adultos hacia nosotros, de sus emociones y sentimientos. Una autentica locura. De modo que si mi padre me castiga, es por mi propio bien, y sobre todo por que me quiere. De ahí a la locura, apenas si hay un paso.
Un propio bien, que niega la esencialidad peculiar y particular de cada sujeto, nos conduce a un enredo afectivo y emocional, en el que los sentimientos personales, son negados para de ese modo poder sobrevivir. La ilusión de que cumpliendo las expectativas paternas, seremos reconocidos y aceptados, es una quimera y una ficción harto compleja de la cual resulta difícil poder salir. En el caso de la autoafirmacion afectiva personal, el sistema en su conjunto tenderá a descalificar dicha asertividad y seguridad en sí mismo mediante estrategias y recursos sutiles que invaliden y descalifiquen al sujeto asertivo.
La inmensa mayoría de sistemas sociales, tienden a bloquear y por lo tanto a negar la expresión natural y profunda del amor en las personas. Sustituyéndola por toda una serie de reglas y normas más próximas y cercanas a un convencionalismo que a un sentimiento, los humanos nos deshumanizamos por la vía de la intelectualización y de la racionalización. Tendemos a sobreexigirnos normativamente, en detrimento de sentirnos y por lo tanto de acogernos y aceptarnos corporalmente. Entrando en la obsesión normativa, cumplimos las expectativas y exigencias sociales sin más. Nos obviamos a nosotros mismo, porque inconscientemente sabemos que si no lo hacemos sufriremos y recibiremos el reproche y por lo tanto el rechazo de nuestros padres y de nuestros seres querido y amados.
Los sistemas procuran y tratan de borrar y de eliminar toda química emocional entre seres humanos. Y lo procuran e intentan, porque saben que toda conectividad humano desde lo profundo e intimo creará seres humanos libres, reflexivos y críticos que se vincularán entre sí desde el compromiso y desde la responsabilidad compartida. Por ello la estrechez y rigidez social, procura permutar y por lo tanto confundir a la vez que equiparar y homologar sentir (corazón) con normas y reglas (obediencia). De ahí, la sobreexigencia de obedecer sin más, y de confundir amor con obediencia.
La liberación de la carga y de la culpa del “por tu propio bien”, se puede iniciar con la reflexión sosegada sobre nuestras propias emociones y sentimientos. Aunque difícil dicho camino, no es imposible el podere iniciarlo. Tal vez resulte duro y dificil, porque tal elección por momentos, nos supone el rechazo y la soledad de los otros. Pero solo desde la autoafirmación personal, podremos lograr y alcanzar la asertividad y seguridad emocional que nos corresponde. La propia conectividad emocional, nos lleva a respetar y a amar a los otros, aunque éstos no entiendan ni comprendan nuestra actitud. Amar es humanizar a los otros sin dejar de ser uno mismo. Lo contrario a por tu propio bien que nos constriñe y nos limita a obedecer y responder a un legado y acervo sociohistórico, que establece en nosostros hábitos y costumbres mecanizadas que tendemos confundir con emociones y afectos.
La obediencia desde la consciencia, es responsabilidad, libertad y amor, el resto es, responde y obedece a la cadena de la sumisión. Y la sumisión nada tiene que ver con la emoción, salvo que no deja de ser un sentimiento negativo. Humanizar, tanto nuestras sombras como nuestras luces, abre las puertas a la esencialidad humana, tan caracterizada por el sentimiento de la aceptación incondicional. Contemplando a los otros con una mirada limpia y noble, libre de proyecciones.
Cristino José Gómez Naranjo.
Hola Cristino. Excelente entrada, y gracias por tu invitación a vivir consciente del andamiaje que no nos permite ver la realidad de las situaciones cotidianas.
ResponderEliminarLeyendo, me vino a colación la sumisión social tan grande, tanto en los trabajos,
hacia los políticos (sobre todo en los pueblos) y en todas partes en general con las figuras de autoridad, porque realmente se está queriendo reelaborar de forma inconsciente la historia con los padres, y realmente los humanos no conscientes de sus primeras heridas, son como miles de huérfanos buscando simplemente que su madre, que su padre les diga que todo está bien...
Y es tanta la necesidad de tapar ese dolor, que se puede pasar la vida esperando, sin quitarse la venda que le garantiza que "todo es por tu bien"...
Sumamente interesante, lo que aportas Julia, puesto que es el grupo primario en el cual se inicia el establecimiento de la relaciones afectivas, y si éstas no son cubiertas en su totalidad, tendemos a lo largo de la vida a buscar de modo inconsciente y por lo tanto compulsivo el afecto y amor de otros. Generalizamos la incompletud a los diversos contextos en los que nos desenvolvemos, entre ellos el laboral.
EliminarDe un modo u otro, buscamos aquello que sentimos que no tenemos o bien no se nos ofreció durante nuestro desarrollo. Proyectamos lo ausente, en los otros sin darnos cuenta. Es decir "por tu propio bien".