RELIGIOSIDAD Y ESPIRITUALIDAD.
Aunque muchas personas tienden a pensar que espiritualidad y religión son lo mismo, con lo que para ellas ambas cuestiones son semejante, en la practica son claramente diferentes. Por lo tanto, y como la misma historia de los humanos, ha ido mostrando, nada tienen en común, espiritualidad y religión, salvo que ambas se encuentra a disposición del comportamiento del hombre. Es más, los humanos con nuestras conductas y consecuentemente con nuestros comportamientos, hemos posibilitado, que tanto la espiritualidad como la religiosidad, vayan cada una por su lado. Y durante muchos periodos de la historia humana, tal vez más de lo deseado y de lo esperado, el hombre ha conseguido que la religiosidad actúe y vaya contra la espiritualidad. Simplemente con nuestras formas de actuar y de comportarnos, hemos logrado que espiritualidad y religión sean y resulten incompatibles.
Podemos ser o tener la cosmovisión más materialista de la vida y del universo, y no obstante ser el ser humano más profundo, desde el ámbito espiritual. Como a su vez ser muy creyente, y en su caso en nombre de la fe, asesinar y eliminar a los que entendemos que son paganos (diferentes). Al fin y al cabo, los hombres hemos realizado atinadas componendas y combinaciones, entre espiritualidad y religión. Arreglos, que a las claras ocultan y esconden nuestros intereses particulares y personales en una comunalidad espiritual, trivializada y banalizada. Bajo el cordero de la fe, los representantes de las religiones, tienden a ocultar el lobo de la voracidad. Voracidad, basada en que mi fe, y por lo tanto mi religión son, la única y posible. En consecuencia, considero y actúo como si mi religión es la que cuenta y posee la verdad absoluta. Es la única ventana a través de la cual, el mundo y cualquier aspecto de la vida, han de ser observado y por lo tanto tratados.
La autentica y profunda espiritualidad, considera la materialidad como un medio y vía para el ejercicio de aquellos valores, que dan un sentido profundo a los humanos y a sus vidas. Ideas y conceptos tales, como el de la dignidad, igualdad, aceptación, etc, son ejercidos en una practica y en una cotidianidad diaria por los humanos, que bajo una corporalidad que plasma todos los niveles y planos de la esencialidad de la persona, dan un sentido a nuestras vidas y por lo tanto a la existencia de cada ser humano. Por lo que nuestra materialidad corporal (soma, cuerpo), es el vehículo y por lo tanto el medio con el que desarrollamos y a la vez ejercemos la espiritualidad. Por lo que en un sentido profano y espiritual, los cuerpos humanos son sagrados. Sacralidad que las religiones procuran y tratan de trivializar a través de culpar al cuerpo por todos los actos y conductas realizadas, como si éste fuera el responsable de todo lo malo que hacemos. La élite religiosa, tiende a responsabilizar al cuerpo de todos nuestros males (pecado). El cuerpo es visto, como instintivo, animalesco y como la fuente de todos nuestros males (sombras). Con una concepción dicotómica sobre la mente y el cuerpo, flagelamos y herimos nuestra holicidad y esencialidad como seres humanos.
Los diversos lideres de las religiones, han insistido mucho más en los aspectos rituales de la praxis religiosa, que en el contenido y en la esencia espiritual de las mismas. Convirtiendo de ese modo a la religión en un camino de inmolación, en el cual la esperanza humana, queda reducida a unos ritos que por momentos rayan en lo compulsivo.
La sin razón de los líderes religiosos, ha conducido a sus feligreses a niveles delirantes en los que la exclusión y la persecución del otro diferente, ha llegado a extremos en los que la propia humanidad ha corrido un extremo y grave peligro; piénsese, por ejemplo en las cruzadas y guerras santas, en las que lo que imperaba era el exterminio de los otros que no creían y ni tenían la misma fe que nosotros.
Si bien en sus inicios, la religión organizaba, estructuraba y cohesionaba a las tribus humanas. En la actualidad dicha cohesión, ha sido sustituida por parte de sus líderes por intereses particularistas que tienen un estrecho vínculo con el poder, la sumisión, el miedo y la acumulación. Algunas de esas religiones han logrado alcanzar la categoría de “religión-estado”. La acumulación de poder, ha llegado a niveles en los que a los devotos y seguidores, solo les queda la “obediencia” como única opción para no ser excomulgados de la comunidad.
La solidez de la espiritualidad, reside a la vez que consiste en la consideración de la esencialidad humana. Esencialidad, que si bien es común a todos los mortales, nos hace distinto a cada uno de nosotros, según el contexto y el marco cultural en el que nos desenvolvemos. Lo constitutivo y primario de los humanos, nos iguala en cuanta a esencia y dignidad, y a la vez nos hace únicos e irrepetibles, dado que dicha naturaleza esencial en cada rincón del planeta se expresa de forma única, concreta y específica. Lo inherente al humano, es su interés y su sentido espiritual en la búsqueda de un sentido de la vida, tanto colectivo como individual. Por ser humanos, somos espirituales. En el sentido de que procuramos significar y dimensionar todo lo mortal, con una lectura que trascienda y supere la facticidad o leyes de la formas (materialismo), para ahondar en lo característicamente humano, que no es otra cosa, mas que el sentido de la vida, desde la dignidad de todos y cada uno de los humanos. Lo cual implica una convivencia humana desde la diversidad y desde la heterarquia.
En la espiritualidad el sentido jerárquico de la estructuración y organización humana, carecen de sentido, debido a que éste procede de la nobleza y pundonor de la propia interacción entre humanos. Mientras que en las religiones, al menos para sus líderes, la concepción jerárquica es la única opción posible. Las jerarquización, les posibilita a la vez que les facilita, poder, dominio y sumisión. Para muchos lideres religiosos, les resulta clave y fundamental hacer uso y empleo del miedo y del temor, para así tener a la masa coaccionada e inhibida, dentro de un circulo infernal a través del cual la mantiene supeditada y atada a su voluntad y caprichos.
La espiritualidad toca e impregna la esencialidad humana. Es consustancial, básica y primaria al humano. Es como su segunda piel. Resulta ser, la vida misma. La religiosidad, mas bien responde y obedece a un sistema de creencias, que por instantes va en contra de la propia naturaleza humana. La religiosidad, tiende a ser elaborada y procesada a través de la hiper-racionalización cognitiva, debido a que dicho procedimiento, nos evita enfrentarnos a nuestro miedos atávicos y ancestrales. Para muchos, la religiosidad se ha convertido en una huida hacia adelante con la cual mitigar y silenciar sus sombras, las cuales desde lo más profundo de su ser, se desgarran en la búsqueda de un espacio y momento de reconocimiento. Luces y sombras, permanecen juntas y unidas en un plano de conciencia en el que ambas suman y agregan a la naturaleza humana. Por lo tanto, una no puede sobrevivir a costa de la otra. La espiritualidad “es”; la religiosidad sin embargo, se establece y se crea a través de creencias y valores, que ocultan y niegan los miedos humanos.
Crear creadores, que nos salvarán de nuestras sombras y de nuestros demonios, tal vez sea alentador, pero a su vez resulta ser un medio ineficaz, porque en él lo que subyace suele ser “la negación de la negación”, es decir evitar lo inevitable: huir y esquivar, nuestros miedos.
La espiritualidad, es consciente de su propia carnalidad y unidad, y de ahí su profundo respeto y sentir por lo humano. Las creencias son elaboradas y creadas por nuestra ávida y atormentada mente en nuestro cerebro, y como la caja de Pandora, una vez abierta, salen todos los demonios.
Crear creencias, suele ser un acto y una actitud “Creacionista”, en el que la religiosidad, pretende substituir a la espiritualidad, por medio de trucos que procuran ocultar y mitigar el miedo humano en un omnipresente creador que da las espaldas al propio miedo que los humanos tenemos y sentimos. El espiritu, liberado de las creencias creacionistas, es como el ave fenix, que resurge de sus cenizas para brillar con más fulgor, ya que la espiritualidad es consustancial al ser humano.
Cristino José Gómez Naranjo.
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