EL ARTE DE LA PSICOTERAPIA

El término arte procede del latín “ars” que equivale al término griego “téchne” (técnica). El vocablo hace referencia a todo aquello que el hombre elabora y crea con su mente, manos y corazón. Tales desarrollos, abarcan las disciplinas y áreas del saber hacer, es decir la práctica humana en todos sus ámbitos.

Aplicado a la psicoterapia como campo o parcela humana en la que ciertos expertos desarrollan sus habilidades y conocimientos, requiere a la vez que precisa de irrefutables connotaciones y aclaraciones. Debido a que la psicoterapia suele ser una extensión que se tiende a considerar perteneciente al campo de las “Ciencias Sociales”, y que el ámbito de lo social se encuentra claramente marcado y mediatizado por lo humano, los procesos y técnicas empleados en dicho campo requieren mucho más del arte que de la ciencia y teoría o epistemología de la que surgieron las ciencias sociales. Arte que se entiende que emerge de la esencialidad de los sujetos humanos, y que por lo tanto contribuye a la naturaleza fundamental y primaria de los humanos.

Lo humano no funciona como una raíz cuadrada, ni como una formula química. En las ciencias sociales si no ponemos corazón, la relación entre humanos se mecaniza y se reduce a una formula de poder descrita por el profesional con la que etiqueta y discrimina a los humanos con los que se relaciona. Lo social es típicamente humano y por lo tanto se encuentra impregnado por la subjetividad de cada persona; lo cual supone tener en cuenta las luces y las sombras que cada uno de nosotros tenemos.

Lo social y cultural cuya elaboración necesita de lo humano para su construcción, tendrá que convenir en que dicho proceso humano no responde a la lógica matemática creada por el hombre. Lo social no solo comprende las ciencias exactas creadas por los humanos, sino que a su vez incluye al mismo humano como un ser histórico que ha elaborado una narrativa de si mismo a través del tiempo. Historia que a su vez se encuentra escrita con renglones torcidos, porque los humanos somos ante todo imprevisibles, a pesar de que insistimos en utilizar la lógica y la racionalidad, éstas nos han creado más de un dolor de cabeza, porque esencialmente la cognición se ha olvidado de la naturaleza corporal y emocional del sujeto humano. Pues el logos sin corporalidad, no es nada. Necesita al organismo como medio y fin para que realice y por lo tanto ejecute lo que él concibe y piensa.

Nos encontramos muy a gusto en el ámbito de la lógica deductiva y de la racionalidad. La mente nos ha conferido una modalidad de pensamiento secuencial-lineal en la cual nos movemos como peces en el agua. Pero la realidad es que no somos peces, sino mamíferos sapiens con toda nuestra complejidad, incluida la pretensión de ser dioses. Dicha complejidad comprende, tanto nuestras limitaciones, así como nuestra sabiduría por intentar encontrar un sentido a nuestras vidas. Sí la complejidad humana en su proceso evolutivo ha podido establecer diversos niveles y planos que integran y forman dicho genero humano, es más que probable que alguno de esos humanos se pregunten por el sentido y significado de la vida.

Más allá de la supervivencia, se encuentra la convivencia. Para la posibilidad de la coexistencia necesitamos algo más que la propia necesidad de cohabitar. Para poder convivir, dicha convivencia, tiene que gustarnos y atraernos. De algún modo estar junto a otros tiene que ser no solo atractivo sino a su vez placentero. Tiene que presentarse una sustancia que vincule a los humanos y dicho principio tiende a ser el afecto que expresamos a través del amor hacia los otros. Los humanos nos sentimos atraídos los unos por los otros merced al amor. Incluso en contextos patológicos e insanos es el amor lo que nos impulsa, aunque dicho amor sea posesivo, dominante y subversivo.

Tanto el amor, como la manipulación del mismo (desamor) es el motor de la existencia humana. Superada e integrada la supervivencia tribal, los humanos desarrollamos la inspiración afectiva del amor para mantenernos en el regazo de la convivencia. Garantizada la vida, había que enriquecerla, dinamizarla y fortalecerla, y nada mejor para ello que la inspiración amorosa, que hace y logra que tal existencia resulte placentera. El rasgo característico de los humanos resulta ser nuestra apasionante capacidad afectiva con la cual avivamos nuestra existencia comunitaria. Sin emociones parece que la vida resultan irrelevante e insulsa. Nuestra vida gira en torno al latir emocional, sin el corazón la mente apenas adquiere sentido.

El autentico arte de la psicoterapia, debería romper con aquellas concepciones sociales que quiebran la unidad esencial del ser humano porque ellas son las que generan el sufrimiento humano. Toda disposición cultural que someta al ser humano resulta humillante para éste, sea cual sea su formato. La cultura ofrece múltiples y diversas modalidades bajo las cuales somos sometidos, como por ejemplo las religiones, modelos económicos como el capitalismo, el androcentrismo, etc, etc. La psicoterapia como arte, no debe olvidar y mucho menos negar el contexto de desigualdad establecido entre los humanos. Todo acto humano, tanto individual como colectivo responde y obedece a una impronta, más que a una supuesta estructura mental dañada. La teoría de lo intrapsíquico, es un constructo social con el que se pretende culpabilizar al sujeto de su estado y situación. Mientras la sociedad y la cultura se libran de su responsabilidad sobre las personas. Todo estado mental, psíquico y emocional de un sujeto se produce en contextos sociales y en relación a otros y con otros humanos. Por supuesto que la psique participa, pero lo hace en y dentro de espacios sociales. La psicoterapia, tiende bien a olvidarlo, o bien a obviarlo.

El arte de la psicoterapia, consiste en romper los moldes de lo establecido, puesto que lo dispuesto e instituido por la cultura es lo que aliena a los humanos. Sociedades humanas edificadas desde la desigualdad, en las que imperan la dominación y el sometimiento. Estamentos sociales que demandan y exigen obediencia ciega por parte del sujeto. Reglas y sistemas que fomentan la ofuscada lealtad que anulan al sujeto, no tienden a ser consideradas ni descritas por los modelos psicoterapéuticos. Modelos que se adscriben a los protocolos y manuales estandarizados del psiquismo.

Si la psicoterapia y el terapeuta, no cuestionan el sistema en el que los seres humanos sufren y padecen, dicho silencio es cómplice con el poder establecido; dado que el sufrimiento humano es consecuencia de contextos sociales, sean estos el familiar, laboral, etc, sin descuidar a la persona, es en los entornos en los que se debería incidir, reflexionar y abordar con los sujetos sus necesidades y deseos. El verdadero arte de la terapia, apunta y se orienta hacia la transformación de los sujetos a través de la reducción y supresión del sufrimiento personal y del absurdo que supone la aceptación de éste por una simple conformidad social y pública.

Por lo tanto los terapeutas deberían ser revolucionarios y transformadores de la realidad social vigente. Es el modus vivendi el que afecta e incide sobre las personas. Sin olvidar tanto la bioquímica así como la dimensión intrapsíquica, los humanos nos desenvolvemos en contextos y espacios sociales repletos de mitos y creencias que dañan y hacen sufrir a las personas. Vivimos un espacio intercultural en el que las circunstancias y condiciones de explotación, dominio y sumisión de las personas se encuentra a la orden del día. Sistemas de valores y de creencias que a través de la mentira, el odio y el subterfugio cuestionan y ponen en duda la dignidad y la esencialidad humana. El dogma y credo de que el sujeto debe renunciar a sí mismo por el bien del grupo lograr alcanzar el cenit de lo paradójico, en donde el humano termina enloqueciendo debido al abandono de su propia mismidad. Es aquí, donde el terapeuta debe cuestionar al sistema y las contradicciones que éste genera. Un sistema injusto, no debería ser sostenido y mantenido con el silencio de los terapeutas.

El compromiso terapéutico es con la vida y con los humanos que en ella se desenvuelven. Las ideologías en si, no son un producto de la vida, sino más bien una creación de las mentes que imbuidas por la idea de poder y dominio, procuran e intentan dominar al resto de humanos.

Las ideologías son las que procuran condicionar tanto al ser humano como su existencia. Pero el hecho es que la vida va por delante de cualquier sistema ideológico. No obstante la sociedad por medio de procesos de aculturación pretende hacernos creer que la mente y la ideología procedente de ésta es lo primero y por lo tanto lo fundamental.

Un mundo organizado en torno a estructuras e ideas de poder, conlleva una realidad social y personal cargada de dolor y sufrimiento, pues es inherente a la condición humana y naturaleza humana la sombra portadora de lo atávico. En lo ancestral y arcaico nos refugiamos para emplearlo ideológicamente. Por medio del miedo y del terror las estructuras sociales vigentes, pretenden y tratan de someternos.

El arte de la psicoterapia consiste en subvertir dicho orden establecido por medio del compromiso con la vida que exalte la dignidad de cada uno de los sujetos humanos. Ello implica, cuestionar ciertas religiones y sus principios, cuestionar los sistemas económicos alienantes y todo aquello que denigra al ser humano.

Las emociones y lo sentimientos de ellas derivados, no deberían convertirse en un condicionante ideológico por medio de los cuales se someten a las personas. Sentir e ideologizar no son los mismo. La psicoterapia es humana como la vida misma, por lo que su sentido transformativo, residen en el corazón y en el alma humana, más que en las diversas teorías y modelos cargados y saturados de rancios principios ideológicos y moralizantes. Las terapias y los terapeutas, han de caminar por los senderos de la mismidad en los que el sujeto tras el encuentro con sí mismo, asume la convivencia social con un espiritu crítico y responsable alejado de todo dogmatismo moralista. Pues más allá del adoctrinamiento social se encuentra la ética humana que toda terapia y todo terapeuta deben considerar y por lo tanto tener en cuenta.


Cristino José Gómez Naranjo.

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