“DE SAPIENS A NECIOS”.



Las diversas disciplinas sociales, entre las que podemos destacar, la antropología, la sociología, la arqueología, la historia, la psicología, el trabajo social, la etnopsicología, etc, se dedican a estudiar y a describir al ser humano desde diferentes, perspectivas y encuadres. Enfoques, que bien podrían contar con una consideración, holistica y múltiple del ser humano, mucho más rica y compleja, de no ser por que nos ceñimos y nos centramos en una visión fragmentada y descontextualizada de la experiencia y de la subjetividad humana, debido a que nuestro ojo humano, ha sido entrenado exclusívamente para considerar y por lo tanto atender la mirada dualista. Dicha contemplación, nos lleva a perdernos casi todos aquellos matices y conexiones que dan sentido y significado a la vida humana. Nos Quedamos y sobre todo permanecemos con una mirada excesívamente mecanicista y lineal sobre nosotros mismos, con lo que banalizamos a la vez que trivializamos nuestra propia naturaleza humana.

El análisis y observación, tanto a nivel colectivo como individual, realizado por dichas disciplinas sobre el ser humano, por momentos tiende a ser parcial y defectuoso, desarrollando inferencias sobre la humanidad de dudosa veracidad. Todo ello, posiblemente, se encuentre motivado, no tanto por las propias disciplinas, sino que responde más bien a que es nuestra propia mirada, la que tiende a mantener una actitud incompleta y por tanto desvirtuada sobre nuestra naturaleza y origen humano. Las diversas disciplinas sociales como producto de la creación humana, se encuentran confeccionadas y estructuradas por la mente humana, con lo cual podrán disfrutar, tanto de las virtudes como de los defectos del intelecto de los hombres.

Uno de los velos con los que nuestra querida alma humana se encuentra ataviada, tiende a ser un extraño y confuso fenómeno conocido por el sobrenombre de androcentrismo. Cosmovisión del universo y del mundo, centrada exclusivamente en el punto de vista masculino. El hombre es el referente y el centro de todas las cosas, y por lo tanto las organizaciones sociales creadas y establecidas por los hombres, se efectuan desde la perspectiva de los hombres, inclusive las miradas y la posible consideración de lo femenino, es realizado con los ojos de los hombres. Es la prioridad de los intereses masculinos y una descripción del relato histórico con la mochila masculina. Más allá de esta creencia, no existe y ni tan siquiera es considerada, admitida y aceptada, una posible visión del mundo que trascienda y por lo tanto abandone el eje del androcentrismo. Es tal el grado de chovinismo, que el androcentrismo, realiza un ejercicio de transformismo, a traves de la seducción, para que todo ciudadano de este mundo se identifique con su sustrato, ideología y principios de dominación. Por lo que no es de extrañar que bastantes mujeres se identifiquen con dicha ideología androcentrica.

Tanto las transformaciones como a su vez las revoluciones humanas reales, solo son posibles, identificando las auténticas y verdaderas raices del poder y a los sujetos que lo ostentan, para de ese modo poder hacer una cambio profundo, real y autentico. Si no es así, todo cambio se queda en un mero y simple reformismo. Para que el reformismo resulte y sea posible, el poder tiene que seducir a través del engaño y de la mentira para que las victimas se identifiquen y de ese modo acepten la sumisión y el dominio como algo natural e inherente a la naturaleza humana. Y el poder cuenta con muchas vías, modos y formas para lograr y poder alcanzar el sometimiento. Aunque sea inconscientemente, tendemos a aceptar el rol de victimas, dado que desde nuestro nacimiento, nos ubican en la posición de damnificados y por lo tanto de afectados. Nos cuesta desprendernos de la capa de sufrimiento y dolor que portamos desde nuestros origenes.

Si bien, nos hemos considerados “sapiens”, es decir como especie que nos diferenciamos de nuestros antepasados, y por lo tanto de nuestros ancestros evolutivos, si obervamos con detenimiento nuestra evolución como “homo sapiens”, tal vez podríamos llegar a la conclusión de que dicha evolución no se encuentre tan claramente caracterizada por el empleo y el uso de la inteligencia. Si por inteligencia, entendemos, la capacidad de resolver problemas, además de la capacidad de abstracción que nos ayuda y nos posibilita para empatizar con los otros. En definitiva, tener la disposición de poder ponernos en el lugar del otro, bien podríamos decir, que no nos ha ido tan bien, o que por momentos nuestras habilidades y capacidades de “sapiens”, permanecieron bloqueadas, o bien fueron alteradas por intereses y deseos que dificultaron e impidieron una convivencia humana caracterizada por el respeto, la dignidad y por una coexistencia en paz.

La capacidad adaptativa que nuestra inteligencia nos ha ido ofreciendo, a lo largo del tiempo, para adaptarnos a las más diversas circunstancias y condiciones de los variados ecosistemas, en los que hemos tenido que evolucionar, casi siempre ha tenido que confrontarse con los distintos tipos de intereses y deseos que nos cohesionaba como una comunidad y posteriormente como ciudades-estados. El salto cualitativo de comunidad a estado, generó y estableció un tipo de estructura organizativa humana jerarquica y vertical, en la cual el poder se concentraba en unos cuantos, por no decir en unos pocos. En dicho salto evolutivo de comunidad y de comunitario, se perdió, o más bien se transformó el sentido de comunidad, en algo con un carcter claramente marcado por el utilitarismo y el materialismo, que conlleva a un sentido a la vez que a un sentimiento de apropiación de las subjetividades de los humanos por parter de unos pocos (sacerdotes, lideres, guerreros, etc).

De modo que la jerarquía es una estructura organizativa humana, tal que obedece y responde a criterios culturales y por lo tanto ideológicos. Si bien, nos hemos organizado casi siempre, durante nuestra historia con un claro y evidente sentido jerarquico, la clasificación jerárquica en el pasado, tuvo un sentido comunitario, lo cual implicaba que el lider servía a la comunidad y no al revés. Con la emergencia del imperio de la ideología capitalista y religiosa, el lider se sirve e instrumentaliza a las masas.

Invistiéndose de un poder que logra alcanzar el paroxismo y la idolatría. Momentos en los que nuestra sapiencia, se pone al lado a la vez que al servicio de la explotación del resto de humanos por lo que deberíamos describirnos como “Homo manipulador e instrumentalizador . Nuestra necedad alcanza límites inconcebibles, hasta extremos en los que negamos y por lo tanto deshumanizamos a otros. El negro, el pobre (aporofobia), el campesino, el ateo, etc, para nosotros no existen, y como mucho, los percibimos y los concebimos como desvios de la especie humana. Alucinamos con nuestras creencias porque le damos la categoria de verdad universal y única posible. Todo aquello que no coincide con nuestras creencias y valores, no es humano y por lo tanto se encuentra fuera de los humano y de las categorías humanas. Nos percibimos como una especie de ángeles que anatemizamos al resto de humanos. El delirium tremens, nos conduce a un estado extático bajo el cual, normalizamos, aceptamos y hasta justificamos el expolio y el proceso de deshumanización que ejercemos para con los otros. Los otros distintos y diferentes que vienen a inquietar mi zona de confort. El negro, el inmigrante, el ateo, el antisistema, los convertimos en una especie de dominios que debemos borrar de la faz de la tierra.

¿ Tal vez, no seamos nosotros con nuestras intransigentes creencias, los que intentamos borrar la complejidad y la diversidad humana existente?, y ello, quizás por que tal vez en el fondo, o bien en nuestros inconscientes anidan, valores y creencias de corte supremacista. Con la corriente de transhumanismo que nos precede, resulta más que probable y por lo tanto posible que nuestra propia necedad exponecialmente vaya aumentando. Un mundo humano en el que socializamos, la pobreza y la miseria, resulta ser un mundo menos humano y por lo tanto mucho más contaminado por las creencias y valores que apuestan y apuntalan hacia nuestro estado de necedad vigente.


Cristino José Gómez Naranjo.

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